Mi último baile

Quedo repartida en la larga noche,
para que la luna con su vestido claro,
sienta el caer acíbar de mi alma
y las gotas de mi rocío.

Que nací mujer en unos siglos rota
como barco que busca vela
o como vela que busca viento,
para no anclar en litorales de luto.

Y así,
fui cortada entre dunas y océanos
para dejar por herencia
huellas de arena blanca y un nombre
que grité al viento.

Y ahora,
 en esta mañana de deudas a la vida
el presente me trae,
 abrazándome con la dicha,
a la sangre de mi sangre
que por años creció en cientos.

Ya no hay derrumbe 
que despierten a mis ojos,
ni el desplome de la soledad agónica,
ataviada de esa espera desnuda.   
para enterrar en desamparo.
 a los orígenes de mi ser.

Me he vuelto a levantar,
para vivir sin la angustia de existir,
pues he puesto mi andar donde quiero,
sin el peso del vacío y la añoranza
que planeaba como buitre,
desde mi nacer en primavera
hasta los veranos que marcaron como fuego.

Hoy me siento labriega
 recogiendo lo sembrado de la vida, 
almacenando
 como mujer, hija, hermana, madre ...
el sabor de lo que amé y amo
sin el peso del olvido o el tallado de tinieblas.

Y a pesar
de que por tantas veces fui invitada
 a ese partir con retornos, 
cercando mis silencios y mis tristezas, 
para hacerme consuelos y alegrías, 
ahuyenté aquella que vestía
 traje de negro encaje.

Y ahora, 
ámame si sientes amarme
pues ya no seré flor perenne,
y cerraré, por fin, mis cansados párpados
asintiendo a mi último baile.



Recitado por el poeta y amigo José Manuel Gómez Mira


Foto propia con registro 1607218427767


Sentimientos quebrados

Guarde el dolor
a la rosa negra de la vida.
Consúmanse los cuerpos
en la invisibilidad de la tierra.

Que no falte sitio
para la voz del vencido,
porque hace gloria
en la memoria del vencedor.

Mientras, las miradas
de ambos bandos,
se hacen escalofríos.
             (Los ojos de los vivos
               lloran a los ojos de los muertos).

¡Qué importa la puerta de los que obligan!,
si ya la muerte
no entendió de patria, ni acero,
ni la detuvo soledades,
ni agonizó, ni perdió.

Y desde aquel rincón callado,
donde la libertad de crecer como niña viva,
no era más que el escondite en una mortaja
para sobrevivir a los lamentos del canto que llora,                                                              
empecé a pagar condena.

Y así crecí mañanas,
hasta que llegó el fantasma de la muerte
a permitirme seguir viviendo.
                                          ¿Y ahora qué?.
¿Dejará mi cuerpo de estar consumido?.
¿Se recostarán los disparos en el silencio
y harán que mi memoria los duerman?.

¿Se desunirá la tierra del infierno?.
¿No escucharé más gemidos
de los días desnudos?.
A dónde he de llevar las lágrimas sostenidas.
Cuántas camisas secaron el polvo.
Qué nombre recibirá la patria de los muertos.

Agria lluvia de dolores
veo a través de mi ventana
y escribo en los cristales mi nombre,
haciéndome muda para no gritar horrores.

Y los vencedores caminan ciegos de tristeza,
como arena desnuda en un pueblo despoblado.

Y yo no dejo de amanecer
con el pecho dolorido.
Y yo no dejo de despertar
sin el temblor del llanto que ahoga.

Y me hago fuerza en mi pensamiento,
intentando desterrar a la bestia,
a esa que te roba y que te hace miedo,
que te desangra y te derrota.

Qué hay ahora para mí:
¿La herencia sangrienta destinada a gangrena,
o una Paz "victoriosa" para no morir pena?.


Fotografía de dominio público




ESCARNIO

Primer Premio del VI Certamen de Arte Emergente
Autora: Dunia Arrocha Hernández
Propiedad: Ayuntamiento de Teguise


Yo recorrí desenredando
el despiece de tu alma,
y entré en tus ruinas
donde las calles muertas
hacían heridas en mi corazón.

Y allí me quedé,
desenterrando recuerdos,
donde el blanco, el azul y el verde
era nuestro ser y estar.

Pero la vida también habla
y sabe partir horas,
y levantó mares de agua helada
y muros de polvo
para saber si volvías a vivir fuerte,
cuando te hacía morir débil.

Y volvió a vivirte la soledad,
volvió a vivirte el miedo.
Se levantó el huracán de la desesperanza
y caíste, de nuevo, al vacío.

Ya tu mirada no me mira.
Tu existencia está encadenada
a un cuerpo con certero destino.
El viejo "amigo" te envía a mendigar,
para que atrevieses desiertos
con pies descalzos y sonrisa victoriosa.

Ya nada te pertenece,
ni el amanecer de cada día,
ni el deseo de marcharte o quedarte,
ni lo sencillo del respirar.

Ya nada te pertenece.

Y yo que por ti pisé
todas las espinas de la tierra.
Hice caer los vientos
en la calma de las mareas.
Rompí mi voz a gritos
para que no te dejases ir...

Pero no pudo ser.
¡Maldigo al polvo que se anudó
a tus entrañas!,
para latir astilla en mi corazón,
mientras era jugo en tus venas.

Dime ahora,
antes que tus lágrimas
olviden nuestro ser,
antes que te abandones
a ese vuelo loco, y te arrastre
al engañoso baile de la dicha infinita.

¡Dime ahora tu nombre!.
¡Dime ahora mi nombre!.

Y yo me dejaré ir
cansada y temblorosa,
queriéndome salir de este dolor
y desear regresarme al vientre que nos guardó,
vestidos con dulce canto.

Mientras,
se vuelve a burlar de ti
el caballo de blanca arena.



Foto de dominio público





Cuando las palabras enmudecen

Por si un día me buscas
te dejo en letras
que mi amor será el mismo
del que calla mañanas con bocas de tardes,
del que desata los nudos
para que corras libre
y alces al viento la luz de tus alas.
Pero ahora te pido,
aun con ojos de invierno,
que me liberes de ti.

Necesito tenerme
 sin que tu trémula mano
arda loca, ávida de sed,
esperando agua que aniquile al fuego,
o que siempre seas tú el que camines esperanza
para que mis besos ande tu senda
y que lata, viajero, mi corazón.

Me persigue la fatiga de las palabras que enmudecen.

Y en esta tierra
en la que mi tinta no es fecunda,
he de andar descalza para renacerme sílaba.
pues las sandalias que calzo
hacen a mi alma presa, luto del dolor. 
 Muerte dieron a las raíces de mi siembra
el despertar de los temores.

Necesito irme para regresar.
Pertenecerme,
  para que cuando me hable
comience la grandeza del yo soy,
admitiendo los tejidos de mis inseguridades,
esos, que como redes,
 atrapan el querer y el poder de mi pluma.

Y si te decía que navegaba por aguas azules
era para que no sintieras que mi navío
ya era naufragio de la soledad,
de esa que no suena cayendo
pero te hace seguidora del silencio,
y te sumerge en las ausencias
 para perderte en las distancias.

Y ahí me veo
contra mis muros, malherida
pero no enterrada.
Me recuesto
sobre ese traje del ir para volver a ser.

Por si un día me buscas,
no apresures el paso, yo ya estaré de regreso.




Permíteme

Permíteme que un beso
con labios de cielo,
o un ramo de nardos
dejado en tu puerta
sea el fin y el principio de todo.

Permíteme recomenzar
entre tú eres y yo soy,
a la misma hora de siempre
sin ese antes o después.

Permíteme no acabar
cuando nunca ha acabado,
para sentirnos siempre presente,
y la luz sea hoy,
sin ser ayer ni mañana.

Permiteme entrar en tu alma,
con el toque de mujer que ama,
aun me atraviese la flecha del miedo,
y gocemos bebiendo del más hermoso elixir,
siendo temblorosa la copa que te ofrezco.

Permíteme mostrarte mi desnudez
entre las auroras que desciende por mi pecho,
enredando mi pelo de flores,
hasta llegar al rosal del secreto.

Permíteme dejarte que lleves mis alas
para que, por el tiempo que quieras,
seas tú quien encuentres mis atajos, 
y sentir la pasión en esa danza 
que me creo infinita.

Permíteme...
Para entonces, sabrías cómo amarme
con tu boca aunque me hayas besado,
con tus manos aunque me hayas tocado,
con mis alas aunque me hayas volado...

Permíteme florecerte en infinitos deseos
y barrer la soledad de tu corazón.

Permíteme...
Describirme, no como un pensamiento caído
por caminos de largas errancias,
sino como versos que antoja rimas
con la roja tinta vertida de quien da sin temor. 

Permíteme que vengan las palabras
para esconder los silencios de mi cuerpo,
y abandonarme a tus sentidos,
y crearme gemido entre tus alas,
ayer mis alas, 
 que hoy quisiera nuestras en vuelos y quietud.

Permíteme...
Permíteme que te permitas...

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de autor. Foto extraída de Google.




Las aguas de tus ríos

Llegaste tan temprano a la vida
que sin nacer, ya habías nacido
y te coronó el viento con la nana
de la grandeza,
cuando caía el cielo derramando
su noche.

Levantaste tus brazos,
como tallos de rosas sobre la tierra, 
y yo aspiré tu aroma,
me olvidé de la humedad salada
que, por momentos, mojaba mi rostro.

Canté con tu llanto,
porque de tu noche nacida,
recogí el día, la voz de la tierra muda,
los descansos de mi seguir en mi viaje,
la tinta de mis hojas muertas...

Y te miro,
y agarras mi dedo con fuerza,
y yo formo la luna en tu mano
y me pierdo amándote, y me sorprendo
en tus designios.

Me has recibido como alma crecida, 
y yo sólo sé arrullar tu llegada,
no cabe tu vida en mis brazos
y ruego ayuda a mis sentires
para ser digna de tu amor.

Y en mi silencio vivo
reclamo de tu ternura y me inundas,
porque vas más allá de todo,
tú que naciste en horas, 
y yo que en años ya nací.

Y en este camino incierto aquí estoy, 
aquí estaré...
Siendo tuya en el lecho de mi pecho.
Siendo "mía", en la sangre de mis venas.

Te he alumbrado, alma de "mí" alma,
aun te negara la existencia el que no debe.
Sola recogí la siembra 
sin rabia que apriete el corazón.

Y ahora, en este silencio
donde te sostengo, 
donde celebro y me precipito en lo azul,
acude sonoro tu sueño 
con la destreza del viento que canta.

Y te miro, y te acaricio y te siento.
Y me miras, y me acaricias y me sientes,
y me hace mar las aguas de tus ríos.

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Los espacios que ocupo

Unas veces vivo entre el movimiento
del mar en la orilla,
otras, entre los amaneceres que alimento
con interrogantes,
hasta sentir que el silencio aparece
por cualquier lado (la silla de las respuestas,
                            casi siempre, está vacía).

Es entonces cuando salgo alguna parte,
sin querer llegar a ningún sitio,
y en ese transcurso de ir sin querer,
me desnudo ante mí,
y pasa el corazón lavado de primavera
donde nací con la fragancia del ser.

Y ocurrió que,
ocupé espacios en el desconsuelo y la soledad,
pero aprendí a ser puerta abierta
al pájaro de la imaginación.
Lavé mi piel con espuma de mar,
aun los arrecifes sangraran mis carnes.

Invadieron mis despertares,
y me tocó bailar al son de ese viento
que hiela el alma,
y vestí los silencios de silencios
y con silencios, haciéndome rosa de piedra.
Y aún así, seguí viniéndole al mundo
(ya se encargará el tiempo dormido
 de despertar a la guadaña).

Nunca me fatigué por mirarme a los ojos,
pues quise ver en ellos los verdes y los azules,
y me descubría vestida con la fragancia del jazmín,
aunque mis raíces no se alimentaran del jugar en las esquinas.

A veces salgo alguna parte, sin querer llegar a ningún sitio.


Fotografía propia. Nº Registro: 1605097469526




Premio LIFEDREAMS




María del Socorro Duarte, con motivo del tercer aniversario de su blog, ha instituido el Premio Presentimientos LIFE DREAMS  como un reconocimiento para aquellos compañer@s que aportan un contenido más que interesante en Google +.

He tenido el maravilloso honor de recibir éste Premio de las manos del compañero Isidro Cristóbal del Olmo, Gracias Isidro por tu nominación, gracias por lo que aportas.

Nota: Quiero agradecer a mi querida amiga Rakel Relatos que también me nominó a este premio. Gracias de todo corazón.

Normas para recibir el premio:

  1. Agradecer públicamente a la persona que te nominó.
  2. Lucir la imagen del premio en tu blog.
  3. Nominar a 10 Bloggers que, a vuestro juicio, aporte contenido interesante a la Blogosfera.

Mi nominados son:



Resurgir

Dejadme, oscura noche,
en los márgenes de los claros del día,
para regresarme, paso a paso,
por el camino que olvidó primaveras.

Y hablarle a mi boca callada,
que las soledades aprendí que resbalan
y se hacen agua en los ríos
y se salan en la mar poderosa.

Dejadme, ¡oh sombras del pasado!,
contar mis amaneceres,
sin horas que maten mis horas,
sin nieblas que espesen mi senda.

Y que miren las calles sombrías,
con sus relámpagos de aullido enlutado,
pues ya no siento tempestad temida.
Me volví vendaval iracundo.

¡Dejadme, carcoma de recuerdos!.
Dejad que me llore para llorarme,
que me sobreviva para vivirme,
que me llueva para mojarme.

Y que el tiempo me navegue
para no volverme a morir noche oscura,
sin alba, sin ocaso, sin atardeceres...
porque la ventana desde donde
vestían quebrados mis caminos,
hoy ya no ampara crujidos,
pues ni abandera desdichas,
ni cobija martirio.

Me he abierto a la luz de la vida
para sentir la estación de lo verde,
Corre sangre, soy nombre... he nacido.
Mía es la puerta, mía es la llave... mío el camino.

Foto de dominio público



Soberbia

Hoy toca a la soberbia enmascararse
de atrayente pasión
y embaucar a los plateados,
para hacer llamear corazones,
sin saber, oh pobres incautos!,
que no es más que orgullo lo que la mueve.

Y ciegos, antes sus letras,
entre la tinta y la destreza de su pluma
incita a desfallecer en gemidos,
con canto de hembra,
haciéndose imaginar desnuda,
mostrándose dueña de lechos de lujuria
creyéndose único beso en sus bocas.

Y en su arrogancia,
siempre hambrienta de propósitos,
se deja sentir rompiendo su piel,
o volando con agilidad de palabra,
conquistando con estilo propio,
a los que la exclaman por cien veces cien,
una sílaba de su engañosa letra.

Y en su colección de rostros,
descansan sus infiernos,
transitan los perdidos,
a los que ella llama logros.
Y se crece, y se hace dueña,
                                         (y se hace húmeda)
pues hoy toca a los plateados,
blanco de sus halagos
y torpes de su destreza.

No siempre es así,
a veces se hace la causa de un verso,
otras, el eco de una voz que no es la suya,
seguidora de almas para ser seguida.
Siempre soberana, siempre maestra... nunca pupila.

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Desolación

Nací para ser de tierra húmeda,
donde la esperanza no alimenta dulzura.
Donde el corazón aprendió a crecer callado
sin más alimento que el que toca y basta.

Vestida de los días
donde las hojas caen por el viento,
sin poder levantar manos,
en lo secreto de la vergüenza,
donde las campanas enmudecen
y el tiempo cae como losa.

Y aquí estoy...

Y allá voy...
A los rincones de los que mueren calientes
donde las sombras te sonríen,
y ofrecen botellas llenas
de sueños vacilantes o plata.

Y me hago lo que soy: nada.
Y me dejo ir para salir del día
y cuando siento que éste se desploma,
vuelvo a ocupar lo que me ha tocado del mundo
y así, me nace día tras día la vida.

Hay veces que miro atardeceres,
y escucho palabras que aman
o siento dos mitades en una,
pero no son más que trajes
de la soledad que siempre he vestido.

Y me vuelvo, me vuelvo a la noche.

Oh, yo ausente!,
no me queda más que llorarte
y aun así, mi corazón permanece callado.

No pago condena,
pues nací para ser de tierra húmeda
y escuchar, sin ser palabra de nadie,
sollozos de pena ajena.

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Premio Blogger House.


Hoy estoy de celebración, pues mi querida amiga Rakel, desde su blog Los Relatos De Rakel, me ha nominado al Premio Blogger House!
El premio Blogger House se otorga a aquellos blogs en los que, en consideración de la persona que nomina, contribuyen a la blogosfera con contenido de calidad, por lo que es todo un honor para mí que Rakel, haya considerado que mi blog Las libretas rojas, sea digno de éste galardón. ¡Mil gracias, Rakel!

Las normas del premio son las siguientes:

  1. Agradecimiento público al bloggero del que se ha recibido el premio.
  2. Nominación en una entrada de tu blog a los 10 bloggeros que a su juicio más contribuyen a la blogosfera.
  3. Notificación pública a los bloggeros nominados.
  4. Exhibir el logotipo del premio en su blog.
Mis nominados son:


  1. Dadelhos Pérez y su blog  La Ranura De La Puerta
  2. Sergio Omar Otero y su blog Voces del Cerro Aislado
  3. Tatè GR y su blog Entre Silencios 
  4. Flor Oliva y su blog Poemas Flor
  5. Ruben Callejas y su blog Les dije que me llevaran al médico
  6. Alfredo Cernuda y su blog Alfredo Cernuda - Nostalgia de tu almohada
  7. Yayone Guereta y su blog El rincón de Nai67
  8. Mayte Dalianegra y su blog Mayte Dalianegra
  9. Carlos Suárez Hernández y su blog pensamientosconletras
  10. Irene G. y su blog La Quimera
Muchísimas felicidades a tod@s


Palabras desvanecidas

Hoy siento viajar las palabras
silenciosas de esencia,
desvanecidas, con ese sufrir lento
como cuando se gastan las cosas amadas.

Y la noche se me hace grande,
mientras navego en el mar de tu silencio,
a la espera de tierra firme
para llegarme a mí y recobrarme.

Ya no quiero este suelo que piso,
donde te siento apoyado,
como a viejo fantasma en el tiempo,
donde te vendiste a la costumbre:
Siempre frío, siempre negro.

Y la distancia se ha crecido en mí,
como la muerte lo hace a la vida
y después de tantos inciertos,
me abandono al doliente final.

Y sé de las sombras que abrirán bocas
para calmar a tu yo muerto,
y alimentarán tu fingida desgracia
con porvenires de estaciones verdes.

Pero hay silencios donde nadie nació,
para levantar muros de piedra y pasos.
Quien pone madero al náufrago,
no son los brazos que sostienen sollozos,
sino el barco de donde naufragó.

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La piel que me viste

Que se apague el incendio
que reina en el bosque de mi alma.
Que cientos de ráfagas de viento
se lleven tus huellas de mi camino.
Que el silencio de mis calles
no sea esclavo de tus palabras.

Verdugas manos, que un día,
empaparon de mar la piel que me viste.

¡Cómo pude amar a un árbol vacío de hojas!.

Yo hilé soledades y me vestí de espinas,
creyéndome herida en la paz de tu corazón
y me hiciste sentir merecedora
                                         de mis vestiduras,
de tus falsos sueños o de tus indestructibles alas.

Y allá, en los rincones del olvido,
en el navío de tu boca,
la muerte vagó a sus anchas
por túneles con rostros,
pensamientos y cadenas.

Y el recuerdo aún solloza confuso
estacionándose pálido en mi cabeza,
cumpliendo como un deber
de respirarse vida negra.

No quiero seguir pena, ni harapo,
ni esclava, ni golpe, ni morir.
No quiero seguir grieta, ni herida,
ni nudo, ni forma seca.

Quiero vivir vida propia,
mis silencios, mis palabras,
la savia de mi nombre
o donde duermen mis raíces.

Quiero levantar mi casa entre río y arboleda,
y así empezar a ser tierra libre
                                    sin tirano, ni condena,
con la sencillez de lo puesto.
Renacer en el canto de la lluvia,
revivir las mañanas floridas.
Volver a ser de nuevo parida.

Volver a ser vida en mi vida.

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Camino con la calma

Yo camino con la calma
vestida de azul y por paisajes violetas,
sin ese tumulto que cansa y rompe,
camino en las húmedas mañanas
o entre las cosas triste que enmudecen.

Camino... pensándote.

Y allá estás tú
                volando en solitario
y mi vuelo no te alcanza
y desciendo en el tiempo,
siempre en calma,
dejando caer los días
barridos de palabras.

A veces, me inunda tu voz
y la exprimo en silencio
con la mano de los secretos,
y el latido se acelera
sin apenas tocar el cielo,
y me crezco por dentro.

Me recuesto en la noche
                                   (y te pienso)
y vuelve a mí tu perfume,
con ese aire desnudo
que no arrastra furias,
ni mañanas de espesuras,
destinándome a guardar en tu boca
unas sílabas mojadas.

Yo camino con la calma
de saber quien eres,
lavando tu coraza con espuma de mar
sin desfallecer en las largas horas,
mientras estaciona ternura en tu alma
y la paciencia del miedo,
hace nieve sobre nuestros cuerpos.

Solos ante iguales caminos!,
                                        (y te siento)
y de nuevo el corazón enloquece,
se desborda, se hace sitio,
se hace sol, se hace sombra,
se hace paz, se hace guerra...

Y allá estás tú, volando en solitario!

Y retorno al camino de la calma
sin el funesto amargor del dolor,
ya me acostumbré a digerir
tu memoria en mi memoria,
tu soledad en mi historia de la Vida.

Desde que te conozco
                        viajo sin ti.

Foto de dominio público



Yo nací con intenciones

Mi hoja está hecha de letras caídas,
con tinta sangrante desde la raíz hasta la ceniza.
Y en transcurso de mis palabras,
por miles de veces me fundí en el olvido
y lloré lágrimas de vergüenza, de horror y espanto.

La muerte vistió con zapatos nuevos
a aquel que por contados días,
abrió mis ventanas,
y me hizo creer en mis jardines,
sin flores que lloraran lágrimas grises.

Y en ellas hoy duermo entre espinas
donde las habitaciones desiertas
te sentencian al polvo.
No hay rosas ni quien te abra los brazos,
sólo grandes muros hechos de cuchillos
que atraviesan el corazón.

Y me vuelvo a derrumbar
en esas letras caídas,
sintiendo que no nací de nadie
y sollozo como niña asustada, cerrando los ojos,
esperando una señal que agite recuerdos
para huir de puntillas del desamparo.
Pero el tiempo trae sombras
que ciegan a mis ojos,
trastocando los caminos
que enloquecen a mis pasos.

Ahora llega el llanto del remordimiento,
para recordarme que deshonro a la vida,
para hablarme de luchas solitarias,
de cantos, de mesas, de vinos...
De amores que palpitan sueños,
del Dios que derriba muros
y que ahuyenta al silencio que muerde.

Yo nací con intenciones,
nací para dejarme llevar
como río que pasa sin matar besos
o como pájaro sin bello plumaje.
Nací sin golpear puertas,
sin querer pisadas testigos del recuerdo.

Nací sin querer oro, ni plata, ni cobre,
sin odio que martille a las lágrimas provocadas,
sin robar caminos aun pariese justicia.
Nací sin heridas y vivo fugitiva en mis caídas letras
de mi hoja que vive quebrada.

Y esta vida a la que pertenezco
ya ha hecho de mí un libro amargo,
me despojó hasta dejarme desnuda,
sosteniéndome en su invencible columna
para crecerme apedreada.

Yo nací con intenciones,
pero la vida aún llueve sobre mis alas.

Foto de dominio público





A dónde se fueron los sueños

A dónde se fueron los sueños
que creí crecer en mí
como árbol eterno
o las palabras que hablaron tu boca,
mientras mi mirada brillaba esperanzas,
o el camino que prometía mañanas
sin inquietantes noches desiertas.

A dónde se fue el noble rostro
del hombre de dulce canto,
que dormía las fibras del viento,
emanando la esencia que divide al cielo
sin perturbar a la delicada vida.

A dónde se fueron los pétalos
que empapabas como a racimos de rocío
para hacer desaparecer las grises aguas
de mis ojos que miraban tristezas,
o nuestras manos que amarraban amor
aun la balanza callara alegrías.

Llora este amanecer de martirio temido
porque probé el beso guardado,
del que se dice que no sabe ni cuándo ni dónde
nace a la hora no esperada
o alegra el camino llorado,

A dónde se fue mi prudencia
que hoy viste de negro traje,
como si se detuviera en minutos muertos
o desesperara en la rechazada mentira.

No quiero hablar flores silvestres,
ya me hice estatua de su cuerpo
pues aquel que hizo de su aroma el mío,
hoy rompió el vestido llagando,
mi pálida piel con su amargo látigo.

A dónde se fue el tiempo,
la hora del hoy y mañana
que mi corazón late triste,
como pobre mendigo humillado.

Y en mis delirios te oigo decir,
amada mujer entre amadas,
respiración que alimenta mi pecho,
noche que cierra a mis días,
reposo de mis transparentes aguas...

A dónde se fue mi cordura
que llora con tintas de llanto.
Confusas palabras me rodean:
refugio de solitarios.
Flores desvanecidas con ese regreso olvidado.

Foto de dominio público




Naciendo en la Muerte

La herida borra el nombre
más no lo hace la cicatriz,
los dolores quedan encadenados,
como maldiciones,
al tirano recuerdo.

Sé que debo apartar
a ese amargo verdugo,
compañero inagotable,
de mis atormentados no quiero.

Sé que debo volver  a ser voz,
aun quiebren mis palabras,
para dejar a un lado,
las clavadas del dolor.

No voy a negar que crecí
como árbol sin sombra ni soledad,
pero también lo hice
como corazón libre,
sin esa espera de recoger mañanas;
donde hubieron noches
que no dejaban caer los sueños.
Y así, probé a abrir puertas,
sin ese nudo al miedo,
ese que no posee el atrevimiento
pues deshace, sin miramiento, la inocencia.

Hasta que el crecer
me enseñó el verdadero sentir de la pérdida
de esa capaz de sellar labios,
de apedrearte sin manos,
de destrozar libertades.
De hacer que la noche galope sobre uno,
hasta no dejarte sentir ni el palpito del corazón.

La de empeñarse en vestir
a su antojo, con gritos de sufrimiento notorio,
a la vida de lágrimas secas.

Y es ahí,
cuando delante de mis ojos me digo:
Puede ser que el viento jugara en mi contra
o que el cielo escribiera tu nombre,
para describir con transitoria pluma
que naciste para morir, sin ser noche en mi Luna.




Ayer te tuve. Hoy no te tengo.

Ayer te tuve. Hoy no te tengo.

Ayer fuiste la noche de celeste lluvia,
un puñado de amapolas
o nubes con rayos de luz hilvanadas,
en mi otoño sin primaveras abiertas.

Ayer te tuve
respirando las aguas
en mis grises mares
y entre la arena, el mar y el cielo,
en los vestidos del deseo,
tus manos se perdieron.

Yo le pedía
a la hora nocturna
que por momentos,
parase al tiempo
para no beber de ese vino amargo,
del hoy ya no te tengo.

¡Ay amor ayer te tuve!

Y te tuve siendo vida en mis calles
andando descalzo,
con pisadas verdes.
Entregándome eterna
sin la canción del dolor.

Desangré amor por tenerte,
desperté de la vida dormida,
respondí a la voz de tu canto
sin importar los murmullos del viento.

Dulce infancia
de tus pies junto a los míos,
aprendiendo sin un solo beso...

¡Ay amor hoy no te tengo!.

Por mil veces recorriste mi vida,
haciendo de ella tu sosiego,
donde levantabas victorioso la puerta
al entrar en el azul de mi cielo.

Triste derrota respiro
pues yo creí ser alas en tu vuelo.
Cuánto duré en tu vida,
alargando las raíces en el tiempo.

Qué veneno besaron mis labios,
qué veneno cegó a mis ojos.
para que mi corazón
no sea verdugo de olvidos,
y late... aún no latiendo.

Ya de pronto otra vez duermo,
y así vivo... sobreviviendo.

¡Ay amor ayer te tuve!.
¡Ay amor hoy no te tengo!.




Foto extraída de Google





Mi alma...Tu alma

Y vestiste mi mundo desnudo
con un te amo salido del alma,
haciéndome entrar en la dicha,
desafiando al temor del silencio,
ese que obliga,
para no ser enemigo del Cielo.

Guardo la luz de tus palabras,
tejidas con pureza belleza,
y acurrucada me imagino
a tu pecho,
dormida en la sustancia del tiempo.

¡Ay amor de distancia,
de mares, nubes y terrenos!.
Te siento viendo a mis ojos.
Te siento beso en mis besos.

Muchas veces te pensé
inventándote en fragmentos,
donde vencías bosques de lobos,
o con aromas de noche de luna
dejabas tu huella en mi cuerpo.

¡Oh rosa de pétalos frágiles,
sujeta al vestigio de quince minutos!,
entre flecha y perfume,
caminé por tu aroma
sin importar las espinas
que mata segundos.

Qué puedo yo, qué puedes tú...
si ni las ventanas nos pertenece.
Somos dictámenes del alma
y cuando el alma habla
nuestros corazones... asienten.

¡Ay amor de distancia,
de mares, nubes y terrenos!.
Si mi castigo es por amar,
por amar vivo y seguiré viviendo.

No te ato
porque atarte es morir,
y te quiero vivo
más allá del fin de la vida
para que en cualquier alba
recuerdes, que mi boca sin besarte
fue tuya una vez.
Y mis ojos, sin mirarte,
despertó en tus ojos
ese doble amanecer.

Sigo la voluntad del río,
hoy caudal de fuerte agua,
pero humilde en esperanzas,
pues no se olvida mi olvido
de cuando, por muchas vidas,
cursaba siempre vacío.

Y en ese arropado te amo
fui presencia, aún en la ausencia,
pues quemaba tu voz en la mía,
abrasadoras gargantas que tiemblan.

¡Ay amor de distancia,
de mares, nubes y terrenos!.
No te ato
porque atarte, alma en mi alma,
atarte... es morir en tu sueño.




Foto extraída de Google


De qué madera me hice

De qué madera me hice
para soportar tus otoños
que arrancaron hoja a hoja,
las primaveras de mi alma.

¡Pobre amor que se cegó
al andar junto a tu iracundo destino!,
pues aniquiló la gracia de nacer
en tierras de verde prado.

De qué madera me hice
para dejarme herir con tu frío,
y tu luna salpicada
de noches que desvelaron sueños.
con amargo canto de hachas.

Y en ese agrio sabor
donde el no importarte
dañar tierra ajena,
mi alma llora pena,
muriendo en mi callada boca
aquel rosal en  rosas, que un día,
tu semilla germinó.

De qué madera me hice
para que apretaras mi corazón.
con tus manos lastimosas,
hasta hacerlo silueta negra
avergonzando mi vergüenza,
ramajes secos de este ciego amor.

¡Pobre amor que se cegó
al andar junto a tu iracundo destino!,
pues morí naciendo en ti
consolando tus mañanas violetas,
haciendo vivo en mí
tu creer de mundos caídos.

De qué madera me hice,
para que después de lo sentido,
cubrieras de negras hojas... coronando mi rocío.



Foto extraída de Google

Vuelvo

Vuelvo al vacío de mi casa,
donde, una vez, habitó la vida.
Donde la fragancia fresca
de un París de bocas y besos,
galoparon, sin rumbo,
en las estaciones color burdeos.

Vuelvo a mis calles
con la soledad enlazada
a un amor disperso,
ataviada de ese dolor
de llanto callado.
Intentando cerrarle
los ojos al alma
para que el peso,
en mi desolado pecho,
sea, cada minuto, un poco menos.

Llegó el tiempo de abrir la puerta,
para mover, una vez más, al destino.
Allá dejo las horas inquietas
donde la lluvia parecía brillar
sobre un mar encendido.

Ayer pletóricas primaveras de amor,
hoy emigran con alas de luto,
y tragando nudos de soledad
me propongo seguir existiendo.

Ahuyento, aun quebrada la voz,
el correr de tu río de espinas,
para que no entre amargo andante,
al abrir esa casa vacía.

Quiero entrar en ella
en ráfagas de viento fresco,
sin ese nunca terminar
habiendo acabado,
sin ese nuevo vacío; reino de pasajeros.

¡Recuerdos, te suplico olvido!



Foto extraída de Google


Y yo que creí

Y yo que creí
en esa verdad del amor
la que se enciende con un beso,
la que no separa y apaga,
donde no hay orgullo ni dueño.

Esa verdad de gestos sencillos,
de corazón sin muros,
la de sin poderío,
la de te amé y te amo,
la bienamada.

Y yo que creí...

Fuiste mi amor
de esa eternidad certera,
donde amarte no era un sueño.
Donde el cielo era tus ojos
y el mar su reflejo.
Donde la luz, intransigente,
se tornó en noches
de dulce aroma
e ilusiones sin remedios.

Y yo que creí
en te amos temblorosos,
como estrellas a lo lejos,
cada vez que me perdía en ti
abrazada a tus silencios.
Levantándome a mí misma,
sintiéndome enorme
por dentro.

Pero sólo fui una pausa,
un fragmento, un cuerpo...
Un suceder oportuno
para calmar tormentos.
Falsamente destinada
a crecer en tus espinas.
Desterrada de tu alma...
Ceniza a la ceniza.

Y yo que creí
que tu infancia era mi infancia,
entre calles de naranjos
y esperas en las esquinas,
donde tu mano florecía mi mano
sin el roce de la desdicha,
sin palabras que envenenan
aquellas primaveras
que prometías infinitas.

Y yo que creí
en la voz de tus silencios.
En tus amaneceres al viento,
recostada entre tus brazos
como azules del océano.

Y ahora soy
una semilla en tierra árida.
Un amargo caminar
sacudida por la añoranza,
buscándome en la oscura soledad
para nacer o morir,
en esta noche de sombras,
donde rompen
en mis ojos, devorantes aguas rotas.

Y yo que creí
en la verdad de tus manos llenas,
del amar sin mentiras,
en el sosiego de lo cierto.

Y ahora soy
como ola desnuda al viento,
herida, derramando otoños,
sin fragancias de rosas rojas,
agrietando los recuerdos.

...y con negro pincel dibujo
el final de no creer estar viva,
en tu muerto sentimiento.



Foto extraída de Google



No me pidas que te ame de a poco

No me pidas que te ame de a poco,
porque de a poco no ama
este corazón indomable,
cargado de palabras
sosteniendo esperanza.
Apretando esos sinsabores
de tus ausencias tan largas.

De a poco...
Yo soy dolor y tormento
cuando me haces invisible
en la memoria de tu tiempo.
Soy herida sangrante.
Un vestido roto y viejo
empujada a la melancolía
de tus días desiertos.

No me pidas que te ame de a poco
porque me despides en rincones,
y este sentir vive sin tener remedio...
Muero si te pierdo
y si te pierdo, por dos veces, muero.

De a poco...
No tengo mañana
cuando me dices te quiero,
ni se abren melodías
como claros de luz en el cielo.
Ni la distancia
se hace transparente e inmóvil,
no pasa de una vida a otra,
para que se detenga el tiempo,
y así, junto a tu pecho,
dormida... despierto.

No me pidas que te ame de a poco
porque acrecienta la razón de mi amargura.
De a poco se vive.
De a poco se anda.
De a poco se sueña...

De a poco no se ama
porque amarte de a poco es perderte y...
muero si te pierdo
y si te pierdo, por dos veces... muero.

No me pidas que te ame de a poco
porque amar... no es medida del tiempo.



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