La Luna en el cielo

Yo hubiera querido nacer
con un alma de traje duro
para cuando la venganza del hierro
cegase, sangrienta, los ojos que vieron,
no se oyeran mis trágicos gritos.

La Vida...

La Vida me hizo padecer
el pan triste de la Guerra,
quebró la voz a mi palabra,
cayendo mi infancia desplomada
y así... comenzó a latirme amargo el corazón.

A veces, el caer de la lluvia,
me sonaba a esperanza
pero las calles con sus silencios
me hicieron vivir contando muertos,
y yo, pobre niño sin destino,
clavé en mis carnes a los perdidos.

Y allá en lo alto,
la Luna seguía redonda,
mientras la desdicha pegaba fuerte
y mis ventanas se fueron cerrando,
sin antes reclamar el dolor
de la sangre vertida,
sin dejar de llorarle a la Vida,
sin dejar de rogarle a la Muerte.

Y en esa ausencia,
donde conté amaneceres por miles,
fui escribiendo en mi memoria
nombres que sujetaron fusiles:
Rafael Hernández, Pedro Viera,
Emilio Rodríguez,  Nicolás Tejera,
Andrés Betancor, Juan Morales...
Y así... los hice vivos en mí,
compañeros de mi razón
para seguir sobreviviendo.

Pero la Guerra no se cansa
y le gusta cumplir, y no en vano sangra...
Toma de los cuerpos su sustancia,
donde morir es nacer
en un pozo de inmundicia olvidada,
y mientras tenga dedos que extraigan
fuego, que a la riqueza abraza,
persiste sabiéndolo todo,
sin saber nada.

Y allá en lo alto...
hoy, de nuevo, aparece igual de redonda...
la Luna en el cielo.


En honor a todos aquellos...
En honor a todos aquellos que escribió en su memoria.
En honor a mi abuelo Emilio.



Foto extraída de Google

Me sostengo

Me sostengo
para levantarme a misma.
Le ruego a la vida,
entre este cielo y tierra,
que derrame sobre mí
palabras de dichas,
para que no me duerma
en esta fatiga que supone sostenerme.

Sucede que morí tantas veces
que mi vivir no era más que
como un andar sin caminos,
y vestida de hojas amarillas
sangraron mis ojos,
y con el sin sonreír de mi mandíbula
pues hay esperanzas que desesperan,
aprendí de a palos.

No recuerdo recibir
que ningunas de mis heridas
fueran tapadas de bondad,
de esa que te cura el alma
aunque el cuerpo duela.
Y así... endurecí con el tiempo.
Abrí silencios
para esconder mi pobre verdad.

Y me sostengo...

Mis palabras fueron cortadas
pero no mi pensamiento
pues volvió a suceder
que, aunque callada,
moribunda en esa esclavitud
donde el sudor es como fruta podrida,
donde aprender a vivir
es aprender a morir,
fui asumiendo de a poco
esta pesada carga.

Y me sostengo...
aun rogándole a la vida
palabras de dicha.

Y me sostengo,
no para llegar la primera,
sino para aún fatigada,
pobre, callada, rota, apaleada... llegar.




Foto extraída de Google


Devuélveme

Devuélveme
a mis ventanas abiertas
de claridad destinada.
A mis noches secretas
de Lunas celestes.
A mis caminos de tierra
silbando alegrías.
A mis líneas guardadas
en mi usado papel.

Devuélveme
a mis locuras de vuelo
y cantar matutino,
o al comienzo de una lágrima
que descansa en Auroras.
A mi verdad derrumbada
por serpientes de odio.
A mis calles lloradas
que me vieron nacer.

Devuélveme
al creer de mis rosas
sin esencias marchitas,
o a la muerte desnuda
sin los espantos de tu mundo
que la volvió enemiga.
Al oleaje de mi pecho
golpeándole a la vida.
A los errores,
o al querer vivir
sin tus secas mentiras.

Devuélveme
al viento que sacudió a mis olas
entre el mar y el cielo.
A mi aprender sin remordimientos.
A mis manos vacías,
pero a mis silencios llenos.
A mi locura
para envejecer Primavera,
aunque, cada pedazo de mi ser,
vistieras de Invierno.

Devuélveme
al arder de mis palabras
en su mojada intimidad.
A mis páginas blancas
sin tus lecciones hirientes.
A mi andar por mí misma.
Al saber del color...

Devuélveme
ladrón de vidas ajenas,
de caminos sin penas.
De perverso canto
germinando, engañoso,
a quien te oye o te espera,
en tus invisibles tierras.
Hambriento de flores.
Inventor de estrellas.
Cargado de dulces letras...
Engañosa llave de puertas.


Devuélveme
a mi olvido, a mi esperanza.
A mis carcajadas venideras
o a mis pañuelos violetas.
A mi escribir entre cenizas
aun machacada con piedras.
A mi Alma sin fatiga.
A mi incierta, rebosante
o incertidumbre viajera.


Devuélveme
a jugar en las esquinas.
A mi infancia de libros abiertos
donde la imaginación imagina,
donde la imaginación no frena,
donde la imaginación respira.


Devuélveme a mi casa.

Devuélveme a mi vida.



Foto extraída de Google

Puedo escribir

Puedo escribir que sentí en mi alma
la luz amarilla de las espigas
en un mes de Enero.
Que la noche me rodeó
entre invisibles brazos
para ir desgranando, de a poco,
mis atormentados sueños.

Puedo escribir que anduve
en el movimiento blanco de las olas
o en la presencia del azul del cielo.
Que regresé a la aguas marinas
o a las calles que perdí.
Que vestí mi cuerpo de traje limpio
deshaciéndome de amores errantes,
que como arcilla, moldearon mi cuerpo.

Puedo escribir que derribé un mar hostil
abriendo mis alas,
luchando contra la fuerza de ese viento vivo
que te cierra espacios.
Y me crecí en esas otras vidas
para  llegar florida a ésta,
que hoy me hace ser
pobre en preguntas, pero rica en respuestas.

Puedo escribir que regresé del orgullo
huérfana de él,
pero Hija del volver humilde,
donde pude expulsar ese sentimiento
sin tristes agonías,
reviviendo en esa paz que creía abandonada;
y me detengo a observar ese resplandor
y puedo decir, que aún siento
emocionados nudos en mi garganta.

Puedo escribir de flores secretas,
de corrientes de frío aire que congelaron mi alma,
o de una hermosa puesta de Sol
con cuatro pisadas en la blanca arena de una playa,
reviviendo la belleza del cielo
o la claridad del viento.
Que conviví con las mentiras y las verdades.
Con el pensamiento y el sentimiento,
siendo mi cobardía amar sin paredes,
amar desnuda...
abandonándome a lo incierto.

Puedo escribir que hoy quizás sea
hermosa arena en un duro suelo,
o que me abandoné, asustada,
para morir amargamente
o que me miré hacia adentro y sólo vi
el tejer de mi propia  mortaja.
Que el bosque de los cisnes en los que soñé
no era más que un grito vestido de dragones.

Puedo escribir...

Pero hoy no quiero...
Hoy sólo quiero ser nave de mis escritos "Puedo...".



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Soy sobreviviente

Soy sobreviviente
de la falsa luz
que me hizo caer
en el pozo de la desdicha.

De los sostenidos dolores
con los que crucé
tus caminos no certeros.

Y andé...
andé por los olvidos
para no abrirlos
y alejarme de mí misma.

Y en ese caminar
de primavera muerta,
volví, sin rumbo, a la vida
cubriendo mi desnudez con lo que soy.

Y andé...
andé entre extraviadas sombras
de mi pasado,
pero sin resucitar inviernos.

Dejando atrás auroras boreales.
Firmamentos nocturnos
o la hermosura de la oscuridad.

Acumulé despertares
rompiendo recuerdos.
Pasé de puntillas por mi juventud
para que no me atrapara el tiempo.

Ese que no avanza
y te aguarda en el ayer,
invitando a quedarte.

Pero aun, con el alma deshecha
y vestida de lágrimas...

Y andé...
andé entre escalofríos
y un corazón cansado,
disfrazándome en odio para renacer en olvido.

Haciéndoles creer Piedra
o un ser armado de cuchillos
apoderada por la locura,
Mendigando existencia.

Provocando iras en aquel
que sólo supe que iba a oír y creer,
Y así fue...
creyó de mis palabras
el origen de sus sangradas lágrimas.

Y andé...
andé sin que nadie supiera
de mis travesías desmoronadas.
De mis cielos rotos.
De mis pies cansados.
De que mis raíces no habían cambiado.
De mi disfraz de ira
para que su latir descansara en Auroras,
a las que hice sentir
sin cerraduras que matan al alma.

Y así...sobreviví.

Y sobreviví porque andé
y al andar,
me costó poco aprender a morir.


Nota: Aclarar que "andé", aunque no es correcto ya que debiera ser anduve, mira por donde, en mi poema yo quise ese incorrecto "andé".
Un saludo mis queridos amigos y amigas.



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Erra el amor cuando vive ciego

Erra el amor
cuando vive ciego,
cuando el mar de la verdad
no son más que barrotes inútiles.

Cuando su canto,
no es más que un ímpetu amargo
o un grito perdido
que corta la pureza del sentir.

Erra el amor
en la ceguera herida,
por piedras bravías
del poderoso que acarició, con rocío,
para ocultar sus espigas.

Y en ese Otoño,
de mar apagado,
de luz quebrantada
estremece, inmóvil, el vacío.

¡Pobres ojos
que no han descubierto
la tristeza de morir de a poco!,
pues la ceguera del amor
no entiende de corazones sin recuerdos,
del frío temblor del aire
o de dolores que cambian al alma.

Erra el amor
cuando vive ciego,
a la espera de vestidos celestes
o a los regalos violetas del viento
que con sus aromas,
creen volverte a la vida.




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Cuando te pienso

Cuando te pienso,
yo te busco en unas manos
que acurruquen mis desvelos,
en la esperanza de un amarte
y que me ames en mis finales.

En guardarte, como a recuerdo
que se lleva tan adentro,
para no ser arrancado
ni en la luz de los días,
ni en las noches sombrías

Cuando te pienso,
yo te sueño viviendo en mis ojos,
en mis manos, en mi sangre
o en el llanto pasajero.
En el mismo estoy,
en mis versos
o en el olvido de un recuerdo.

Cuando te pienso,
lo hago en ese  mundo
que acerca los sentidos
o en aquel otro,
que no obedece a indiferencias.
Sin destinos indecisos...
en palpitares de penas.

Cuando te pienso
no lo hago en un quizás forzado,
ni en el meditar de dudas.
ni en posibles olvidos
ni en silencios apagados.

Te pienso amor completo,
con corazón de lluvia,
unas veces roto, otras entero,
haciendo mi lecho en tu mar
aunque lleve piedras por agua
o calmados mares en tus Océanos.

Cuando te pienso
esparcido en el día,
con tus bosques doloridos
por esos muros de cemento,
yo te busco para amarte
sin cantidad en tus tormentos.

Cuando te pienso
mi consuelo es tu consuelo
y yo te busco,
aun queriendo amarte lento,
en tus rápidos te quiero.


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Tengo que aprender

Tengo que aprender
a darle motivos a la vida,
para que cuando me devuelva
su ingratitud, ya sepa de su por qué.

Tengo que aprender
que, a veces, las palabras
no son más que compromisos,
que no van más allá.

Tengo que aprender
a levantar muros a las verdades a medias,
para que esas grandes mentiras,
no desgarren mi alma.

Tengo que aprender
que hay promesas que decepcionan,
que no hay luz en los recuerdos
porque están atrapados en ese túnel
de la maldad a conciencia.

Tengo que aprender
que hay caminos que huelen a flores
pero son como cruces de muertos
donde te empuja el sin regreso.

Tengo que aprender
a no sufrir esa soledad de haber fallado
sin que este corazón,
muchas veces agotado,
recorriese millas para lo ajeno.

Tengo que aprender a irme lejos.
A no sentirme estafada,
a que, en el despertar de las campanas,
no me sienta sonámbula de mi propio sueño.

Tengo que aprender a cerrar mi alma,
a ser animal de la noche
para no darme de bruces con la niebla,
esa que saborea el mal ajeno.

Tengo que aprender de las duras orillas,
de esos golpes que andan a hurtadillas
para plantar cara a la alegría,
como fino sable que te duerme en la horrenda palidez.

Tengo que aprender...

Vida, por qué si siempre he sido
mar en tu Océano.
Sabor en los sinsabores.
Piel en la desnudez.
Luz en la oscuridad de muchos espejos.
Palabra en la boca muda.
Primavera en los fríos inviernos.
Recuerdo en los olvidos.
Lágrimas en ojos secos de dolor.
Silencio para el hablar desconsolado.
Sosiego en corazones destruidos...

Por qué he de aprender
a darte motivos para cuando
me devuelvas tu ingratitud...


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Te lloré en tu olvido

Te lloré en la palabra.
Te lloré en la noche y en el día,
en la ternura y en la ira
en la grandeza y en los bolsillos rotos.

Te lloré a mi lado y en las ausencias,
en cada sílaba de mi corazón
o en ráfagas de frases.
En los huecos de tus silencios
o en el palpitar que interrumpen los besos.

Te lloré hasta consumirnos entre nosotros
dándote la vida que a ti te faltaba
y así, arrancaste el fuego de mi amor...
pero te seguí llorando, desnuda y desgarrada.

Te lloré en tu mundo de piedras,
unas veces relucientes,
otras veces, desgastadas.
Te lloré en la euforia del Yo soy
y en el amargo y humedecido Quién soy...

Te lloré, aun no hallara nada en ti
sino dos ojos perdidos
condenados en la memoria,
en esa que se pierde para no dejar nada.

Te lloré en el aire, en las colinas,
en el color del trigo, en las ventanas abiertas...
En esos pasos que van y vuelven.
Te lloré sin herirte,
aun mi dolor fuera más profundo que tu abismo.

Te lloré con ojos ciegos al rencor.

Te lloré viéndome débil.
Traté de encontrar en mis rincones
una mano que, al remover el recuerdo,
sacara jirones de mi pecho,
pero no...
sólo hallé alas doradas,
el mar volando sobre el tiempo,
Primaveras puestas en mi alma
o una suave brisa acariciar mi cara
con esa suavidad que sólo el tiempo sabe.

Te lloré en los años de mi vida...
Te lloré queriendo olvidarte
pensando en tu recuerdo.


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La Palabra

Quiero y debo escribir
sin odiar a la palabra,
esa a la que grité en una hoja
en mis momentos oscuros.
A la que mastiqué,
sin tragarla,
pues su sabor era
como dolorosas espadas
que se clavaban en mi boca.

La que, a veces,
sonaba tan incoherente
que ni yo misma entendía,
pero sin saber cómo,
volvía a mí
para ser escrita.

Hoy me pregunto,
en el sosiego de mi aprendizaje,
si su deber para mi vida,
era hacerme dormir
derrotada por el dolor,
acompañarme en mis alegrías,
que por desgracia,
fueron pocas
o revolver en mí
para que aprendiera a escuchar
cientos de gritos
de corazones ya cansados,
sin detenerse a pensar
que aún jugaba
la niñez en mi alma.

He de decir
que enseñó a revelarme,
unas veces para amar
y otras, para renunciar
al desamor que se disfraza
de fragantes aromas.

Yo la creí
el nido de los poetas sin alas.
Así la definió mi niñez.

Y en mi caminar
he andado a codazos
entre mis pensamientos y ella.
Entre mis secretos y su descaro.
Entre las horas que han ido envejeciendo
y en su renacer de cada día.

A veces pienso
que en mis versos,
sólo pretendía iluminar
esas sombras que llevo dentro,
pero ahí está observándome,
el inoportuno silencio...

Y es entonces cuando la miro,
y vuelvo a sentir esa incoherencia
que me llena de rabia,
porque vuelvo a caminar
por caminos por donde ya anduve,
aunque en lo más profundo de mi ser
siento que la necesito,
pues es el nido donde crecí.

Es la que ha puesto letra
a mis pensamientos.
La que me enseñó hablar despacio.
La que desenredó laberintos de mi vida.
La que aún sin ser
dio esperanzas a mi nacimiento.
La que siempre volvía...

La que aunque no quiera aprender... ahí estaba.

Posiblemente, en este mismo instante,
me siento menos triste que cuando empecé.

Posiblemente, en este mismo instante,
estoy reconociendo que nada soy sin ella.

Posiblemente, en este mismo instante,
mi pensamiento y la palabra están juntas,
cerrando los ojos, al unísono, por primera vez,
en esa casa mía de la incoherencia.

Puede que nunca
llegue a entender bien
lo que hay entre ella y yo
pero, a veces, los finales
pueden ser el principio de...


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Te amo despacio...

Te llevo dentro...
te siento deprisa pero te amo despacio
e intento agotar primaveras que me sonríen
imaginando que aún escribes
te quiero en mi piel.

Y en esa acción,
donde mi sombra es serena,
cascadas de pensamientos,
se deslizan por tu cuerpo
bajo nuestro árbol lleno de historias.

Y yo, boca arriba,
tendida bajo esas hojas que me hablan,
veo el correr del cielo
o me entrecruzo entre sus ramas
sin dejar de escuchar nuestros nombres.

Hoy nada es mudo en mí,
aun entrara la tristeza
para cerrar puertas y ventanas
y sacudiera, victoriosa, la mano
con la que escribo.

Hoy florecen rosas nuevas
en esta hoja donde te pienso,
donde la tranquilidad con la que te vivo
sorprende con vivos colores
a aquella que, un día, vestí de invierno.

Hoy de nuevo estoy viva.
Hoy de nuevo me levanto,
sin recordar otoños...
alargaré las primaveras
mientras queden aromas en mis manos...

Hoy me sabes a trigo
a la frescura de un sin fin de piedras
en el río de mi vida.
Y te pienso y me piensas...

Te llevo dentro...
te siento deprisa pero te amo despacio.


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Yo te amo

Yo te amo aun con el corazón húmedo.
Te amo en la última esperanza,
en los regresos de los colores del cielo.
Te amo en los muros y ventanas de las casas.

Yo te amo, en las flores perdidas
o en el viento desbocado de tu pelo.
Te amo en las sombras
que me cubren de soledades.

Te amo en el reloj del tiempo.

Yo te amo cansada, destruida o renaciendo.
Te amo en el transcurso de tus derrotas
o en el transcurso de tus victorias.
Te amo en las melodías
o en el absurdo del silencio.

Yo te amo en un cuerpo errante.
En la resurrección de cada día.
En la esencia del amor sobre la arena
o en la profunda soledad de la Luna.

Te amo en las crueles corrientes del mar
o en la calma de los océanos.

Te amo en lo secreto, en lo oculto...
o en el murmullo de una boca.
Te amo de a golpes, en la vida o en el morir.

Yo te amo inocente,
en lo que fuiste, en lo que eres,
en las verdades, en las mentiras...
Yo te amo imperfecto.

Te amo en los Agostos desnudos
o en los Diciembres cubiertos.
Te amo en el crecimiento incesante de las flores
o en la solitaria arena del desierto.

Yo te amo en el aire.
En los estrechos o anchos senderos.
Te amo en tus solitarios vuelos.

Yo te amo... en mi último verso.


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Un poema para Alba

No sabía nada de ti,
aun sosteniéndote de mí.
Miraba al firmamento
mientras tú
te crecías en la noche,
te crecías en el día.

Yo veía cielos de primaveras
y en mi interior,
tú vivías los inviernos.
Llovió sobre tu lecho
las ausencias de mi ignorancia
y en esa ignorancia,
te ibas transformando
en fragmentos de mi vida.

Qué podía saber,
yo vivía en las rosas
y tú en las espinas.
Yo volaba entre nubes
y tú eras pájaro sin nido.

Y así...
tus inocentes latidos
se perdieron,
como palabras al viento
o como mensajes sin palabras.

Si pudiera haber sabido en el tiempo
hoy serías canto puro.
Hoy serías canto pleno.
Serías la primera aurora,
serías el ocaso...
Serías la primera Luna
o un corazón en la Tierra
describiendo aromas de azules cielos.

Mientras yo le hablaba
al alma de la noche,
tú te ibas perdiendo en los pasos del alba,
haciendo que tu todo... se tornara en mi nada.


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El niño de la playa, "como agua en el desierto".

Destrozaron tu alma sobre la arena
estas absurdas guerras que comen al mundo,
donde el pan no es mas que sangre
donde los viajes sin retornos
dejan ausencias.
Donde las voces siguen cayendo
pero el desespero ordena.

Quienes no te esperaban en la otra orilla,
ahora llorarán tu vuelta.

Ya navegaste sobre el mar de la muerte,
dolorosa pena para tanta inocencia.
Sobrecogedora agonía guardaré
en este infierno de para siempre.

Maldigo aquellos que obligaron
a creer en rosas en el cielo,
sin importarles el hierro del hombre
que sólo reparte jardines de agujeros negros,
piedras de desdichas,
pozos solitarios, cuerpos en vertederos...

Y ahí está tú, boca abajo, muerto.
Inmóvil ante la vida,
cuando la vida esperaba de ti movimiento.
No existirá viento que mueva ese día
donde te obligaron a dormir sin sueño.

Ahora abundarán las flores, los llantos,
los lamentos, te cubrirán con mantas de oro,
encumbrarán sus vergüenzas
con una tumba de terciopelo.
Palabras y más palabras...
enmascaradas de críticas y golpes de pecho.
Serás, por unos días, como agua en el desierto.

Pero volverá el mañana
y tú, mi niño sin sueños, seguirás muerto,
tendido sobre la arena con tus zapatos puestos.
Caído de troncos carcomidos,
mojado por olas de amarga espuma,
anclado tu cuerpo... al tiempo.


Foto extraída de Google

Soy lo que leéis. Soy lo que veis.

Hoy hace un año que nació este blog, y aunque no he podido dedicarle todo el tiempo que se merecía, no puedo sentirme más orgullosa...
Habéis hecho de él lo que es: ese es mi orgullo.
Gracias.

Para ustedes, con todo mi cariño.

Cuántas veces tocó mi alma
la mano con la que escribo,
desencadenando, unas veces, tinieblas
y otras, el canto de un amor errante.

Amé, a través de mis dedos,
en amargo papel con tempestuosas lágrimas.
Amé al doloroso amor
describiéndolo herido, sin miel, sin luna alegre.

Lloré con despedidas dibujadas a pincel,
pues los labios que debían hablar
marcharon silenciosos,
como boca de moribundo,
sin más despedida que el silencio
aunque su corazón cantara a otros labios,
sellándolos con dulces besos.

Y aún así, regresé a mí sin desandar el camino
pues aprendí que el polvoriento destino,
me enseñó a ser más fuerte golpeándome en las caídas,
y aunque con sangrante herida: amé.

Hoy puedo buscar en mi jardín de aromas
un corazón impregnado del viento del océano.
Una tierra de fértiles regresos a la alegría.
Un olor infinito a la esperanza.

Y así llegué a mí: Sin quererme me quise.
Me quise en los instantes más íntimos de soledad
donde volar y andar no era lo mismo.
Aprendí a volar con las alas del alma.
Aprendí a andar entre las piedras del corazón.

Y sigo aprendiendo...
Nunca nadie navegó sobre las mismas olas,
pero sí a manejar cada vez mejor... el timón.


Foto extraída de Google


Yo quiero mirarte

Yo quiero mirarte en las aguas verdes,
en las olas del viento de mis odas
hechas para que vivas en ellas,
donde mi corazón te vela transparente.

Yo quiero mirarte en tus manos de jazmín de plata,
donde tus caricias despertaron sutilmente,
el vivir de mi silencio dormido
quedando prendida a ti,
la claridad fragante de mi alma.

Yo quiero mirarte en la frescura de tu amor
sin imaginarla pasajera de escondidos olvidos,
desnuda, sin remordimientos ni pecados
que enturbien de amargo aire mi vida contigo.

Yo quiero mirarte con el tiempo preparado
de viejas cicatrices, sin esa amargura de la yedra
donde las heridas ya no multiplican
porque el dolor se ha transformado
en suave aroma de primavera.

Yo quiero mirarte en lo malo y en lo bueno,
en la tierra que cae y en la que no va cayendo.
En las raíces desprendidas o en las hojas del invierno.
Yo quiero mirarte para un amarte de por vida.
Yo quiero mirarte sin cascadas de te quiero.


Foto extraída de Google

Poema a mi padre.

Aquí estoy,
sin más días que los que me diste.
Sin más palabras que las que me enseñaste.
Persiguiendo, inconsciente,
otro último adiós insurgente.
Y me cuesta tanto este silencio...
que no me lloro para no llorarte.

Aquí estoy,
de comprensión pasajera,
a la espera de un resplandor a ciegas,
ya con el tiempo crecido en mí,
ya con el tiempo crecido sin ti.
Y me cuesta tanto el no tenerte,
que no te olvido para no olvidarte.

Aquí estoy,
dibujando el surco de tu rostro
para no darle fin a tu mirada
y sentir que te perdiste bajo tierra
y borrar la distancia que nos separa.
Y me cuesta tanto el no recordarte,
que hasta se olvida el olvido de olvidarte.

Aquí estoy,
no para abrir baúles de tristeza,
sino para esperarte en esta luna llena
hecha de dosis de ti mismo.
Derrochando azules primaveras.
Imaginando ver salir el sol contigo.
Y siento que, aunque no pueda alcanzarte,
sigues vivo en mí...
cuando te miro al mirarme.



A veces uno es...

Unas veces me siento
de las rosas, su esencia,
otras, hojas marchitas
que en un libro se secan.

Unas veces me siento
un marchar sin retorno,
otras, un reencuentro a la vida
esperanzada y ansiosa.

A veces uno es
la alegría del niño que juega
y otras, un campo de viejos
sembrado con penas.

Pero hoy me siento esperanza.
Hay consuelo que consuela
a este corazón que lloró,
esperando en la espera.

Me aferré a una tenue luz,
recordando otoños y primaveras.
Y no quiero llorar tristezas
ni prender mi última vela.

Me despojé de la amargura
de lo que no merece la pena.
He apagado con olvidos
los amores que queman.

Si he de vivir cuatros días
que no sean entre dolorosa ortiga,
amando y siendo amada
quiero vivirle a la vida.


Foto extraída de Google

Amarte

A la clara luz
de la luna llena,
abro mi mirar
y sé
que has plantado en mí,
el resplandor
de las estrellas.

Jardinero
de mis sueños
de nuestro amor terrenal,
tus manos
son
el tallo que hace florecer
el amor
de mi alma.

Veo en ti
el primer amanecer
el último anochecer,
esperando
a otro primero,
esperando
a otro último.
Deseando
que lo finito
se convierta en infinito.

Mientras,
compañero de mi alma,
te amo a pautas
porque así he de amarte.
Amarte,
de una forma desprendida.
Amarte,
entre Castillos
y lo cotidiano.

Amarte,
entre el despertar
y los sueños.

Soy en ti
un beso.
Eres en mí
la esencia
de esa boca que espera.

Amarte,
en el olor
de mis recuerdos,
hasta que regresas
y tu corazón,
ya atado al mío,
se hace,
sutilmente, uno.

Y así,
nos amamos
entre colores,
azul, rosa, verde...
Nos amamos
entre campanas
adornadas de cantos y rosas.
Nos amamos
entre la fértil tierra
y la tierra árida.

Yo estoy en ti.
Tú estás en mí.


Foto extraída de Google


Vengo

Vengo
del despertar de un corazón ciego
que arrastró, sin piedad,
un corazón frío.
De la certeza de un "por siempre",
a la infinita claridad
de un amor muerto.

Vengo
de la dicha amarga
que esconde derrotas
para no marchitar pensamientos;
de la que muestra cielos azules
con aromas de primavera.

Vengo
de donde no quiero sollozar
en este destierro donde me encuentro,
aunque las lágrimas
tengan razones para salir,
pero deberes para no hacerlo.

Vengo
de vaciar la arena
que dejó el mar de tus mentiras,
en el polvoriento camino del olvido.
De la negra noche del sueño
a la clara luz de la luna.

Vengo
de sentir pasar tu alegría por mi lado
y cegar a mis ojos para que no vean.
De no condenar mi vida a ti,
de aun muriendo todavía,
abro puertas... para llegar a mí.


Foto extraída de Google

Y mi ignorancia te creyó.

La verdad no mancha los labios de quien la dice, sino la conciencia de quien la oculta.


Cómo pudo resbalar
la mentira de tu boca
con tanta maestría,
haciéndome creer
que te sentías como un águila
sin vuelo alzado,
cansado y solitario
sin el esplendor de la esperanza.

Decías estar ataviado de noches
donde la luna muere oculta y desvestida.
Donde las lanzas del tiempo
hirieron tu corazón
para dejarlo solitario.

Donde decías que la amargura,
cerró la puerta de tu vida
para morir solo.

Y mi ignorancia te creyó.

Llené tus espacios
con aromas de mi esencia.
Enluté mi alma
para que viviera la tuya.
Perdí mi rosa
deshojándola en tus manos.
Encarcelé tu pena
para liberar tu alegría.

Reconozco
que abrí los cajones del tiempo,
para que recuperaras
los besos gastados,
encendiendo la luz en tu rostro
que me hiciste creer perdida.

Y así...
te volviste libre.
Remontaste el vuelo
entre regocijo y alzada cabeza.

Entonces...
atrás dejaste mis lágrimas,
y fuiste a por otra alma,
y la envolviste en tu bondad aparente
hablándole de tus ausencias.
De tus espigas en el camino.
De tus lloros desconsolados.

De tus noches solitarias
que caían sobre ti como piedras.
De esas llaves
que cerraron la felicidad a tu vida.
De tus soledades...

Cómo puede resbalar
la mentira en tu boca,
robando vida a otras vidas.


Foto extraída de Google


Yo te busco...

No importa si, un día, me sentí como un árbol derrotado...
Nunca dejé de buscarme.


Yo te busco
aun en la desesperanza
de mi alma.
En la intranquilidad
del viento.
En el árbol derrotado,
o donde las campanas
no despiertan
al sonido de la vida.

Yo te busco
en fotografías desgastadas,
donde los ojos llueven
lágrimas de nostalgia.
Donde la soledad golpea
hasta convertirse en presencia.

Yo te busco
en el despertar
de las manos del cielo,
en su mirada profunda,
en las caídas de sus noches.
En el azul de la luna.

Yo te busco
arañando crepúsculos.
Tambaleando pasiones.
Asaltando recuerdos.
En las sombra de los rostros.
En los brazos del sueño.

Yo te busco
en el regreso de las miradas.
En la melodía de las calles.
En el tiempo sin horas.

Yo te busco
en fragmentos de mi ser.
En caminos a ciegas.
En el morir por mil veces.
En el pisar de mis huellas,
o en el andar de otros.

Yo te busco,
porque tú eres lo que fui.

Yo te busco,
porque tú serás
lo que hoy no soy.


Foto extraída de Google

Ya sé que no estoy contigo...

Mi camino
hoy no es el tuyo,
y al sentirte ausente
asoman de mis ojos lágrimas
que fundidas en este dolor
mueren por perderte.

Y pensar
que un día me quisiste...
Y enlazabas nuestro amor
con un abrazo.
De pensarlo,
mi cuerpo se estremece
y mi sentir
se funde con mi llanto.

Ya sé que no estás conmigo...
y que el llegar a ti
es una débil luz
que se consume.
Mi cuerpo y mis palabras
aun siendo aromas,
no alcanzan
a llegar a tu perfume.

Hoy concédeme
pasar esta madrugada,
rodeada del calor
de tu ternura.
Sin abrazos,
sin pasiones,
sin besos...
que agrande
el sabor de mi amargura.

Foto extraída de Google

Cuando la noche se hizo día.

Poema ganador del Certamen de Poesía "Inocencia Páez" La Graciosa 2015


Oigo el viento en las alturas,
en esta noche de frío invierno.
Mar que sacudes con furia
la esperanza de un marinero.

Él... que sigue adelante,
entre redes, escamas, tinieblas...
Aprieta en esos duros momentos,
una imagen contra su pecho

Mar que golpeas incansable,
machacando los maderos
con olas de soledades en sus ojos,
haces caer la luna del cielo.

Y entre tu profunda negrura
vuelves sus ojos ciegos,
a lo que él, a la voz de Madre
rompe su amargo silencio.

Y la noche se hizo día.
Y la mar calmó su embravecido latir.
Y al vaivén de unos brazos que arropan
el dolor de quien con fe llamó
a la Madre de los marineros,
que en su manto durmió su temor,

Vestiduras de flores traía,
cabellera bañada de mar
al viento soltó melodías,
que al marinero hizo llorar.

¡Madre!,
entre el rocío de sus lágrimas,
a ti te debo la vida.
Ella, acariciando su cara,
puso alas al alma
a quien con tanto amor reclamó.

A salvo llegó el marinero a puerto,
sin fatiga, sin miedo, sin dolor...
apretando una imagen en su pecho,
y en su mirada una pureza silenciosa,
que Ella, como madre, le otorgó.


Foto extraída de Google


Yo te recuerdo...

El amor es como un tango, nunca se baila solo...


Yo te recuerdo
con la inmensidad
de quien
con el alma ha querido.

El amor,
para el que ama,
es una ventana abierta
desde donde se ve
un solo camino.

Yo te recuerdo
en atardeceres
donde el amor apretaba
hasta fundir
nuestros sentidos.

El amor,
cuando se aleja,
es un camino de tierra
que el viento
se va llevando
para dejarlo
en otros caminos.

Foto extraída de Google