que sepan a sal,
ni sombrías, ni amargas:
lamento arrullo sepulcral.
No quiero despidas
con sabor otoñal,
quien me quiera,
que me sienta primavera
a escondidas
tras un pinar.
Recordándome en la inocencia
donde querer es amar.
Donde no hay cabida a los lamentos,
pues la tristeza perdió su lugar;
no la quiero en mi última travesía
ya por compañera,
preparada está la soledad.
Quien me quiera,
que me sienta en la brisa
o en el intenso azul del mar.
En el dulce murmullo de una caracola,
por si alguna vez
me quisiera escuchar...
No quiero despedidas
que me lloren... al marchar.
Foto extraída de Google |
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