Mi querido ... :
Cuando nos volvamos a ver, no te preocupes por el tiempo que está llevando el encontrarte a ti mismo o el querer saber lo que la vida pueda ofrecerte y también podría quitarte; si tus apuntes ya no se están en el lugar donde los dejaste o el hueco que ocupaba la guitarra se haya usado para poner otros objetos.
Tus cosas siguen guardadas en el mismo sitio que con tanto amor hiciste tuyo, sin embargo, me duele en el alma decirte que ya no está tu querido CC.
No sabes las de veces que he llorado por haber tenido que tomar una de las decisiones más amargas que, a veces, la vida te suelta como si no pasara nada y fue tener que dejarlo con una familia de adopción, ellos podrían darle lo que mis tantas horas de trabajo no me permitían: un verdadero hogar.
El mío estaba hecho de ausencias obligadas, de noches de uniformes y de días descompuestos y todo para que ese sueño tuyo se hiciera realidad. Me alegra tanto saber que se cumplió lo que anhelabas pero también me apena el precio, que a veces, nos hacen pagar.
Necesito decirte que, pasado algún tiempo, hablé con quienes lo amaron y cuidaron; vi tristeza en sus miradas cuando me dijeron que no pudo tener descendencia y que tras una enfermedad, había marchado de este lugar para irse a otro.
Quiero creer que existe el cielo de los perros, como dice un buen amigo mío, y quiero creer que CC se encuentra ahí, mirándote con aquellos ojos negros e inquietos, ladrándote al oído para que le hicieras caso o tal vez, para que jugases con él; no lo sé, porque fue un mundo creado por los dos y yo, lamentablemente, no pude llegar a formar parte de algo tan, extraordinariamente, maravilloso.
Te voy a contar un secreto, pero no quiero que te rías y, si así lo hicieras, prométeme que no se lo dirás a nadie, de sobras sabes que la vergüenza y yo, a veces, jugamos a ese escondite donde ella siempre termina por encontrarme.
Hay días en los que entro a tu habitación y abro las cajoneras para desdoblar algunas camisetas, esas que te ponías para dormir pues no te gustaban los pijamas porque decías que te hacían sudar mucho. Las observo como si, el tenerlas ante mí, esperase escuchar un "esa no me la voy a poner hoy", pero solo hay silencio ... las vuelvo a doblar y las dejo en el mismo sitio donde tú las colocaste.
No sé si aún te valdrán, o ya no te gusten sus colores y optaras por unos menos alegres, pero siguen ahí, esperando tu regreso para que, alguna vez, decidas qué hacer con ellas.
Recuerdo cuando María se acercaba a nuestro jardín para decirme que te escuchaba cantar y tocar la flauta, le hacía mucha gracia porque insistías tantas veces con la misma canción que incluso ella terminaba por tararearla.
Hoy soy yo la que escucho a su hijo con su trompeta, ya tiene siete años, y está empezando con esas primeras notas que enseñan a los niños y repiten hasta el hartazgo, es entonces cuando mi mente vuela a buscar en mi memoria lo que guarda, cuidadosamente, de ti, y cierro los ojos, sintiendo que las notas se han vuelto una melodía que suena una y otra vez hasta que te das por satisfecho; y yo estoy ahí, escuchándote, dejando a un lado todo aquello que no quería que ocupara mi mente.
En esos momentos sentía que la felicidad era como ese interior nuestro que a veces se nos hace extraño, o como nuestra caja de la vida envuelta en misterio, y al oírte tocar, yo la llenaba de sueños, sueños que vestía y desvestía a mi antojo para luego hacerlos volar para ti y que tú, algún día ... pudieras verlos.
Yo espero que llegaran a tu corazón con ese amor con los que fueron soñados y de no ser así, que sigan guiando a tu alma a encontrar lo que andas buscando.
Quiero que sepas que, tras tu marcha, sentí la necesidad de esos días de silencio o donde el pincel de mi vida solo entendía de colores ocres y, durante mucho tiempo, me pasé desdibujando lo que la vida me estaba ofreciendo, o me negaba a ver que el cielo necesitaba de tormentas para encontrar la calma; y fue ahí cuando comencé a ver la danza entre la lluvia y el sol y en un de repente ... se hizo lucir el rojo, el naranja, el verde, el azul y así, hasta llegar al violeta y resultaba tan bonito que comencé a vivir una nueva etapa, esa etapa que nos lleva a aprender a desaprender porque repensarse a uno mismo es necesario, y es necesario para seguir adelante y empezar a saber contemplar la belleza que nos regala la mirada del arcoíris.
Antes de despedirme ...
Me gustaría decirte que no tengas miedo si, a veces, te cuesta abrir los ojos a la madrugada porque ello conlleva a sentir que el aire de la vida empieza a decirte que hay que levantarse para ese nuevo día que te está esperando, o que el camino que pueda haber desde tu habitación a la cocina se te hace, absurdamente, interminable y solo quieres tomar un vaso de agua para "encontrarte" mejor.
No te preocupes.
Existen esas mañanas que lo cambian todo, que vas de un punto a otro sin entender nada y que mirar hacia otro lado, es un deseo momentáneo hasta que te pueda el desasosiego y cuando eso suceda, sabrás que pasabas la vida queriendo correr, entonces, es cuando llega el momento, sí, ese que te hace entender que tienes la capacidad de elegir para ti lo que buscabas encontrar para los demás.
P.D.
Cuando nos volvamos a ver, no te preocupes, yo estaré como siempre, esperándote al otro lado del arcoíris, entre los campos de espliego y las siemprevivas.
-Dunia Arrocha