Camino con la calma

Yo camino con la calma
vestida de azul y por paisajes violetas,
sin ese tumulto que cansa y rompe,
camino en las húmedas mañanas
o entre las cosas triste que enmudecen.

Camino... pensándote.

Y allá estás tú
                volando en solitario
y mi vuelo no te alcanza
y desciendo en el tiempo,
siempre en calma,
dejando caer los días
barridos de palabras.

A veces, me inunda tu voz
y la exprimo en silencio
con la mano de los secretos,
y el latido se acelera
sin apenas tocar el cielo,
y me crezco por dentro.

Me recuesto en la noche
                                   (y te pienso)
y vuelve a mí tu perfume,
con ese aire desnudo
que no arrastra furias,
ni mañanas de espesuras,
destinándome a guardar en tu boca
unas sílabas mojadas.

Yo camino con la calma
de saber quien eres,
lavando tu coraza con espuma de mar
sin desfallecer en las largas horas,
mientras estaciona ternura en tu alma
y la paciencia del miedo,
hace nieve sobre nuestros cuerpos.

Solos ante iguales caminos!,
                                        (y te siento)
y de nuevo el corazón enloquece,
se desborda, se hace sitio,
se hace sol, se hace sombra,
se hace paz, se hace guerra...

Y allá estás tú, volando en solitario!

Y retorno al camino de la calma
sin el funesto amargor del dolor,
ya me acostumbré a digerir
tu memoria en mi memoria,
tu soledad en mi historia de la Vida.

Desde que te conozco
                        viajo sin ti.

Foto de dominio público



Yo nací con intenciones

Mi hoja está hecha de letras caídas,
con tinta sangrante desde la raíz hasta la ceniza.
Y en transcurso de mis palabras,
por miles de veces me fundí en el olvido
y lloré lágrimas de vergüenza, de horror y espanto.

La muerte vistió con zapatos nuevos
a aquel que por contados días,
abrió mis ventanas,
y me hizo creer en mis jardines,
sin flores que lloraran lágrimas grises.

Y en ellas hoy duermo entre espinas
donde las habitaciones desiertas
te sentencian al polvo.
No hay rosas ni quien te abra los brazos,
sólo grandes muros hechos de cuchillos
que atraviesan el corazón.

Y me vuelvo a derrumbar
en esas letras caídas,
sintiendo que no nací de nadie
y sollozo como niña asustada, cerrando los ojos,
esperando una señal que agite recuerdos
para huir de puntillas del desamparo.
Pero el tiempo trae sombras
que ciegan a mis ojos,
trastocando los caminos
que enloquecen a mis pasos.

Ahora llega el llanto del remordimiento,
para recordarme que deshonro a la vida,
para hablarme de luchas solitarias,
de cantos, de mesas, de vinos...
De amores que palpitan sueños,
del Dios que derriba muros
y que ahuyenta al silencio que muerde.

Yo nací con intenciones,
nací para dejarme llevar
como río que pasa sin matar besos
o como pájaro sin bello plumaje.
Nací sin golpear puertas,
sin querer pisadas testigos del recuerdo.

Nací sin querer oro, ni plata, ni cobre,
sin odio que martille a las lágrimas provocadas,
sin robar caminos aun pariese justicia.
Nací sin heridas y vivo fugitiva en mis caídas letras
de mi hoja que vive quebrada.

Y esta vida a la que pertenezco
ya ha hecho de mí un libro amargo,
me despojó hasta dejarme desnuda,
sosteniéndome en su invencible columna
para crecerme apedreada.

Yo nací con intenciones,
pero la vida aún llueve sobre mis alas.

Foto de dominio público





A dónde se fueron los sueños

A dónde se fueron los sueños
que creí crecer en mí
como árbol eterno
o las palabras que hablaron tu boca,
mientras mi mirada brillaba esperanzas,
o el camino que prometía mañanas
sin inquietantes noches desiertas.

A dónde se fue el noble rostro
del hombre de dulce canto,
que dormía las fibras del viento,
emanando la esencia que divide al cielo
sin perturbar a la delicada vida.

A dónde se fueron los pétalos
que empapabas como a racimos de rocío
para hacer desaparecer las grises aguas
de mis ojos que miraban tristezas,
o nuestras manos que amarraban amor
aun la balanza callara alegrías.

Llora este amanecer de martirio temido
porque probé el beso guardado,
del que se dice que no sabe ni cuándo ni dónde
nace a la hora no esperada
o alegra el camino llorado,

A dónde se fue mi prudencia
que hoy viste de negro traje,
como si se detuviera en minutos muertos
o desesperara en la rechazada mentira.

No quiero hablar flores silvestres,
ya me hice estatua de su cuerpo
pues aquel que hizo de su aroma el mío,
hoy rompió el vestido llagando,
mi pálida piel con su amargo látigo.

A dónde se fue el tiempo,
la hora del hoy y mañana
que mi corazón late triste,
como pobre mendigo humillado.

Y en mis delirios te oigo decir,
amada mujer entre amadas,
respiración que alimenta mi pecho,
noche que cierra a mis días,
reposo de mis transparentes aguas...

A dónde se fue mi cordura
que llora con tintas de llanto.
Confusas palabras me rodean:
refugio de solitarios.
Flores desvanecidas con ese regreso olvidado.

Foto de dominio público




Naciendo en la Muerte

La herida borra el nombre
más no lo hace la cicatriz,
los dolores quedan encadenados,
como maldiciones,
al tirano recuerdo.

Sé que debo apartar
a ese amargo verdugo,
compañero inagotable,
de mis atormentados no quiero.

Sé que debo volver  a ser voz,
aun quiebren mis palabras,
para dejar a un lado,
las clavadas del dolor.

No voy a negar que crecí
como árbol sin sombra ni soledad,
pero también lo hice
como corazón libre,
sin esa espera de recoger mañanas;
donde hubieron noches
que no dejaban caer los sueños.
Y así, probé a abrir puertas,
sin ese nudo al miedo,
ese que no posee el atrevimiento
pues deshace, sin miramiento, la inocencia.

Hasta que el crecer
me enseñó el verdadero sentir de la pérdida
de esa capaz de sellar labios,
de apedrearte sin manos,
de destrozar libertades.
De hacer que la noche galope sobre uno,
hasta no dejarte sentir ni el palpito del corazón.

La de empeñarse en vestir
a su antojo, con gritos de sufrimiento notorio,
a la vida de lágrimas secas.

Y es ahí,
cuando delante de mis ojos me digo:
Puede ser que el viento jugara en mi contra
o que el cielo escribiera tu nombre,
para describir con transitoria pluma
que naciste para morir, sin ser noche en mi Luna.