Ayer te tuve. Hoy no te tengo.

Ayer te tuve. Hoy no te tengo.

Ayer fuiste la noche de celeste lluvia,
un puñado de amapolas
o nubes con rayos de luz hilvanadas,
en mi otoño sin primaveras abiertas.

Ayer te tuve
respirando las aguas
en mis grises mares
y entre la arena, el mar y el cielo,
en los vestidos del deseo,
tus manos se perdieron.

Yo le pedía
a la hora nocturna
que por momentos,
parase al tiempo
para no beber de ese vino amargo,
del hoy ya no te tengo.

¡Ay amor ayer te tuve!

Y te tuve siendo vida en mis calles
andando descalzo,
con pisadas verdes.
Entregándome eterna
sin la canción del dolor.

Desangré amor por tenerte,
desperté de la vida dormida,
respondí a la voz de tu canto
sin importar los murmullos del viento.

Dulce infancia
de tus pies junto a los míos,
aprendiendo sin un solo beso...

¡Ay amor hoy no te tengo!.

Por mil veces recorriste mi vida,
haciendo de ella tu sosiego,
donde levantabas victorioso la puerta
al entrar en el azul de mi cielo.

Triste derrota respiro
pues yo creí ser alas en tu vuelo.
Cuánto duré en tu vida,
alargando las raíces en el tiempo.

Qué veneno besaron mis labios,
qué veneno cegó a mis ojos.
para que mi corazón
no sea verdugo de olvidos,
y late... aún no latiendo.

Ya de pronto otra vez duermo,
y así vivo... sobreviviendo.

¡Ay amor ayer te tuve!.
¡Ay amor hoy no te tengo!.




Foto extraída de Google





Mi alma...Tu alma

Y vestiste mi mundo desnudo
con un te amo salido del alma,
haciéndome entrar en la dicha,
desafiando al temor del silencio,
ese que obliga,
para no ser enemigo del Cielo.

Guardo la luz de tus palabras,
tejidas con pureza belleza,
y acurrucada me imagino
a tu pecho,
dormida en la sustancia del tiempo.

¡Ay amor de distancia,
de mares, nubes y terrenos!.
Te siento viendo a mis ojos.
Te siento beso en mis besos.

Muchas veces te pensé
inventándote en fragmentos,
donde vencías bosques de lobos,
o con aromas de noche de luna
dejabas tu huella en mi cuerpo.

¡Oh rosa de pétalos frágiles,
sujeta al vestigio de quince minutos!,
entre flecha y perfume,
caminé por tu aroma
sin importar las espinas
que mata segundos.

Qué puedo yo, qué puedes tú...
si ni las ventanas nos pertenece.
Somos dictámenes del alma
y cuando el alma habla
nuestros corazones... asienten.

¡Ay amor de distancia,
de mares, nubes y terrenos!.
Si mi castigo es por amar,
por amar vivo y seguiré viviendo.

No te ato
porque atarte es morir,
y te quiero vivo
más allá del fin de la vida
para que en cualquier alba
recuerdes, que mi boca sin besarte
fue tuya una vez.
Y mis ojos, sin mirarte,
despertó en tus ojos
ese doble amanecer.

Sigo la voluntad del río,
hoy caudal de fuerte agua,
pero humilde en esperanzas,
pues no se olvida mi olvido
de cuando, por muchas vidas,
cursaba siempre vacío.

Y en ese arropado te amo
fui presencia, aún en la ausencia,
pues quemaba tu voz en la mía,
abrasadoras gargantas que tiemblan.

¡Ay amor de distancia,
de mares, nubes y terrenos!.
No te ato
porque atarte, alma en mi alma,
atarte... es morir en tu sueño.




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De qué madera me hice

De qué madera me hice
para soportar tus otoños
que arrancaron hoja a hoja,
las primaveras de mi alma.

¡Pobre amor que se cegó
al andar junto a tu iracundo destino!,
pues aniquiló la gracia de nacer
en tierras de verde prado.

De qué madera me hice
para dejarme herir con tu frío,
y tu luna salpicada
de noches que desvelaron sueños.
con amargo canto de hachas.

Y en ese agrio sabor
donde el no importarte
dañar tierra ajena,
mi alma llora pena,
muriendo en mi callada boca
aquel rosal en  rosas, que un día,
tu semilla germinó.

De qué madera me hice
para que apretaras mi corazón.
con tus manos lastimosas,
hasta hacerlo silueta negra
avergonzando mi vergüenza,
ramajes secos de este ciego amor.

¡Pobre amor que se cegó
al andar junto a tu iracundo destino!,
pues morí naciendo en ti
consolando tus mañanas violetas,
haciendo vivo en mí
tu creer de mundos caídos.

De qué madera me hice,
para que después de lo sentido,
cubrieras de negras hojas... coronando mi rocío.



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