Cuando te pienso

Cuando te pienso,
yo te busco en unas manos
que acurruquen mis desvelos,
en la esperanza de un amarte
y que me ames en mis finales.

En guardarte, como a recuerdo
que se lleva tan adentro,
para no ser arrancado
ni en la luz de los días,
ni en las noches sombrías

Cuando te pienso,
yo te sueño viviendo en mis ojos,
en mis manos, en mi sangre
o en el llanto pasajero.
En el mismo estoy,
en mis versos
o en el olvido de un recuerdo.

Cuando te pienso,
lo hago en ese  mundo
que acerca los sentidos
o en aquel otro,
que no obedece a indiferencias.
Sin destinos indecisos...
en palpitares de penas.

Cuando te pienso
no lo hago en un quizás forzado,
ni en el meditar de dudas.
ni en posibles olvidos
ni en silencios apagados.

Te pienso amor completo,
con corazón de lluvia,
unas veces roto, otras entero,
haciendo mi lecho en tu mar
aunque lleve piedras por agua
o calmados mares en tus Océanos.

Cuando te pienso
esparcido en el día,
con tus bosques doloridos
por esos muros de cemento,
yo te busco para amarte
sin cantidad en tus tormentos.

Cuando te pienso
mi consuelo es tu consuelo
y yo te busco,
aun queriendo amarte lento,
en tus rápidos te quiero.


Foto extraída de Google

Tengo que aprender

Tengo que aprender
a darle motivos a la vida,
para que cuando me devuelva
su ingratitud, ya sepa de su por qué.

Tengo que aprender
que, a veces, las palabras
no son más que compromisos,
que no van más allá.

Tengo que aprender
a levantar muros a las verdades a medias,
para que esas grandes mentiras,
no desgarren mi alma.

Tengo que aprender
que hay promesas que decepcionan,
que no hay luz en los recuerdos
porque están atrapados en ese túnel
de la maldad a conciencia.

Tengo que aprender
que hay caminos que huelen a flores
pero son como cruces de muertos
donde te empuja el sin regreso.

Tengo que aprender
a no sufrir esa soledad de haber fallado
sin que este corazón,
muchas veces agotado,
recorriese millas para lo ajeno.

Tengo que aprender a irme lejos.
A no sentirme estafada,
a que, en el despertar de las campanas,
no me sienta sonámbula de mi propio sueño.

Tengo que aprender a cerrar mi alma,
a ser animal de la noche
para no darme de bruces con la niebla,
esa que saborea el mal ajeno.

Tengo que aprender de las duras orillas,
de esos golpes que andan a hurtadillas
para plantar cara a la alegría,
como fino sable que te duerme en la horrenda palidez.

Tengo que aprender...

Vida, por qué si siempre he sido
mar en tu Océano.
Sabor en los sinsabores.
Piel en la desnudez.
Luz en la oscuridad de muchos espejos.
Palabra en la boca muda.
Primavera en los fríos inviernos.
Recuerdo en los olvidos.
Lágrimas en ojos secos de dolor.
Silencio para el hablar desconsolado.
Sosiego en corazones destruidos...

Por qué he de aprender
a darte motivos para cuando
me devuelvas tu ingratitud...


Foto extraída de Google


Te lloré en tu olvido

Te lloré en la palabra.
Te lloré en la noche y en el día,
en la ternura y en la ira
en la grandeza y en los bolsillos rotos.

Te lloré a mi lado y en las ausencias,
en cada sílaba de mi corazón
o en ráfagas de frases.
En los huecos de tus silencios
o en el palpitar que interrumpen los besos.

Te lloré hasta consumirnos entre nosotros
dándote la vida que a ti te faltaba
y así, arrancaste el fuego de mi amor...
pero te seguí llorando, desnuda y desgarrada.

Te lloré en tu mundo de piedras,
unas veces relucientes,
otras veces, desgastadas.
Te lloré en la euforia del Yo soy
y en el amargo y humedecido Quién soy...

Te lloré, aun no hallara nada en ti
sino dos ojos perdidos
condenados en la memoria,
en esa que se pierde para no dejar nada.

Te lloré en el aire, en las colinas,
en el color del trigo, en las ventanas abiertas...
En esos pasos que van y vuelven.
Te lloré sin herirte,
aun mi dolor fuera más profundo que tu abismo.

Te lloré con ojos ciegos al rencor.

Te lloré viéndome débil.
Traté de encontrar en mis rincones
una mano que, al remover el recuerdo,
sacara jirones de mi pecho,
pero no...
sólo hallé alas doradas,
el mar volando sobre el tiempo,
Primaveras puestas en mi alma
o una suave brisa acariciar mi cara
con esa suavidad que sólo el tiempo sabe.

Te lloré en los años de mi vida...
Te lloré queriendo olvidarte
pensando en tu recuerdo.


Foto extraída de Google

La Palabra

Quiero y debo escribir
sin odiar a la palabra,
esa a la que grité en una hoja
en mis momentos oscuros.
A la que mastiqué,
sin tragarla,
pues su sabor era
como dolorosas espadas
que se clavaban en mi boca.

La que, a veces,
sonaba tan incoherente
que ni yo misma entendía,
pero sin saber cómo,
volvía a mí
para ser escrita.

Hoy me pregunto,
en el sosiego de mi aprendizaje,
si su deber para mi vida,
era hacerme dormir
derrotada por el dolor,
acompañarme en mis alegrías,
que por desgracia,
fueron pocas
o revolver en mí
para que aprendiera a escuchar
cientos de gritos
de corazones ya cansados,
sin detenerse a pensar
que aún jugaba
la niñez en mi alma.

He de decir
que enseñó a revelarme,
unas veces para amar
y otras, para renunciar
al desamor que se disfraza
de fragantes aromas.

Yo la creí
el nido de los poetas sin alas.
Así la definió mi niñez.

Y en mi caminar
he andado a codazos
entre mis pensamientos y ella.
Entre mis secretos y su descaro.
Entre las horas que han ido envejeciendo
y en su renacer de cada día.

A veces pienso
que en mis versos,
sólo pretendía iluminar
esas sombras que llevo dentro,
pero ahí está observándome,
el inoportuno silencio...

Y es entonces cuando la miro,
y vuelvo a sentir esa incoherencia
que me llena de rabia,
porque vuelvo a caminar
por caminos por donde ya anduve,
aunque en lo más profundo de mi ser
siento que la necesito,
pues es el nido donde crecí.

Es la que ha puesto letra
a mis pensamientos.
La que me enseñó hablar despacio.
La que desenredó laberintos de mi vida.
La que aún sin ser
dio esperanzas a mi nacimiento.
La que siempre volvía...

La que aunque no quiera aprender... ahí estaba.

Posiblemente, en este mismo instante,
me siento menos triste que cuando empecé.

Posiblemente, en este mismo instante,
estoy reconociendo que nada soy sin ella.

Posiblemente, en este mismo instante,
mi pensamiento y la palabra están juntas,
cerrando los ojos, al unísono, por primera vez,
en esa casa mía de la incoherencia.

Puede que nunca
llegue a entender bien
lo que hay entre ella y yo
pero, a veces, los finales
pueden ser el principio de...


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